Aquella noche vi un punto flotando ante mis ojos.
La imagen de sus ojos se quedó,
como la orla del fuego
que te ciega al igual que si mirases al sol.
Dondequiera que clave la vista
sus pupilas llamean en mi mente;
No lo encuentro a él, que es su mirada,
unos ojos, los suyos, nada más.
Cuando duermo siento que se ciernen
abiertos de par en par sobre mí.
Sólo es una fantasía.
Yo sé que hay fuegos vanidosos que en mis noches
llevan al punto de aquel treinta y uno de diciembre:
me siento polarizada por tus ojos,
pero a dónde me arrastran, no lo sé.
Que me halen y no me suelten hasta que sus fuerzas se quiebren como el alma.
Que me desnuden sin rozarme, y que las yemas de sus dedos floten por mi cuerpo,
como las gotas de agua cayendo de la ducha.
Recorre todos mis pensamientos sin decir absolutamente nada.
-NADA- se asemeja a lo que me ocurre contigo, y es que lo que ocurre, es que no entiendo nada.
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