Johann Wolfgang Goethe

"Cuán insensato es el hombre que deja transcurrir el tiempo estérilmente."

Saturday, February 11, 2012

Llega el Lunes y no tienes ni la más mínima gana de abrir los ojos; llevas toda la noche sin dormir, y para tres o cuatro horas en las que tu conciencia a conseguido ausentarse, suena el maldito despertador con la dulce a la vez que amarga canción Someone Like You de Adele.
Haces el esfuerzo, te levantas, te lavas la cara y en el espejo ves esas ojeras que denotan las consecuencias de una noche repleta de emociones discontinuas.

Llegas al gimnasio y te encuentras con los amigos de siempre; te preguntan cómo vas, y respondes con un cálido bien y sonríes (para no cambiar la rutina). No tienes ganas de contarle a nadie lo que pueda sucederte, pues, siempre te has considerado lo suficientemente fuerte.
Soy de las personas que piensan que nada ni nadie puede robarles la sonrisa ni las ganas de vivir; que un mal trago se pasa y que cada día debe de aprovecharse sin dejar que pase el tiempo estérilmente y no hacer -NADA-.

Así pasó la semana, haciendo que el tiempo que transcurriera fuese productivo, manteniéndome ocupada y riendo en los ratos libres en la cafetería de la universidad.
La verdad no se puede eludir, y los sueños nocturnos reiteran este dogma.
Noches leyendo sin cesar, pensando sin pensar, y sorprendiéndome a mí misma por lo que ocurría en los suburbios de mi mente.

Si algo sé, es que la paciencia tengo que practicarla más a menudo, y no ser tajante, ya que en los matices existe la esperanza.
Ni todo ni nada. Un poco cada día. Acostumbrada estoy a tener lo que quiero cuando quiero... y a que no me roben la razón...

Es muy posible que hace unos cuarenta días, no imaginara que fuese capaz de sentirme tan olvidada.
A veces, uno no sabe lo que puede llegar a sentir y se da cuenta cuando le rechazan.
Haciendo hincapié en que jamás había pasado por esa situación.
Incertidumbre, tristeza por miedo a perder algo que estaba haciendo que mi vida cobrase aún una forma más redonda, sorpresa por percibir un rechazo que no debería ser tan quebrador... y saber que no era yo la que podía actuar. Sólo quedaba esperar.

Esperando y evadiéndome, al final terminamos por hablar...
Puede que uno de los dos tuviese "pájaros en la cabeza" o estuviese "demasiado ilusionado y confuso"; pero yo NO.
Acostumbro a ser como una roca, nada me afecta si no es importante, si no es un mazazo o algo por el estilo, no hay rendija posible por la que el agua se adentre.
Quizá no llore, quizá no diga nada, pero sé lo que pienso, y sobre todo, sé cuando siento.

El tiempo es algo que no se mide en estos casos. Cada persona tiene un ritmo.
El mío ha sido exponencial. Lentamente creciente y de repente... la curva se acelera de forma exhorbitante.

Puede que uno de los dos se arrepienta, o se haya dado cuenta de que la rapidez no le conviene.
Pero...¿quién calcula a qué velocidad hay que ir? vayamos a la nuestra, (si tú quieres).

No seré yo quien deje de mostrarte como es, ni tampoco la que se niegue a dejarse llevar por lo que le pidan sus instintos.

Lo complejo se construye a partir de lo sencillo.

Un saludo preguntándote qué has hecho hoy; unos minutos de skype viendo a tu gato deambular por la habitación y que me digas "¡señorita!" o "descansa fea"; ver cómo cocinas mientras estoy en mi habitación leyendo apuntes para el examen; preguntar por tu familia; interesarme por tus ilusiones y debatir sobre temas dispares que reiteradas veces tienen que ver con la economía (y me encanta); sentirme escuchada y no siempre ocurre, pero la mayoría de las veces me comprendes; decirte que hoy te ves atractivo y ver cómo te sorprendes por ello; hablarte sobre mi lista infinita de deseos por cumplir... y de vez en cuando, que me alegres (si cabe), aún más la noche con una sonrisa precavida; escuchar tu respiración; sentir tu mano junto a la mía al caminar; rozar tu mejilla con la nariz y sonreír; abrazarte y descansar a tu lado; sentarme en el metro a esperar deseando comerte a besos; degustar una cena que has hecho sólo para mí...


No pido nada, sólo lo que esté por llegar.


Y las locuras que hayamos hecho, no las borraría ni por el libro más sagrado de este mundo.





Leí una vez una frase que en estos momentos cobra sentido al fin:

"Los milagros comienzan a suceder cuando le das más energía a tus sueños que a tus miedos"
(No creo en los milagros, sólo en las consecuencias de nuestros actos).

Hay ciertos momentos mágicos, como cuando sientes que esa persona te toca, y te estorba la piel.
Me gusta saber que hay cosas refugiadas contra el olvido, cosas por las que no pasa el tiempo. Como esos secretos que no puedes contar jamás.
El recuerdo, es el único paraíso del que no podemos ser expulsados.

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