Las cosas parpadean y se mueven; son todo chispas, deseos, llamaradas.
Hablo con usted del mismo modo en que hablaría con cualquier persona que posee mis verdaderos pensamientos; pues en las últimas semanas han pasado más tiempo con usted que en la vida de otros; allí donde están mis pensamientos, me encuentro yo.
He conocido la incandescencia y debo de encontrar otras formas de probarla.
Causante involuntario de tanta fortuna...
He recorrido las calles de mi vida cotidiana con los ritmos de su silencio, y he cantado todos sus escritos.
No puedo permitir que me consuma, ni tampoco puedo resistirme a usted.
Ningún ser humano puede estar en un fuego y no ser consumido por él.
Y le cogí de la mano, la mía descansaba en la suya, confiada y creyente.
Ni siquiera en el rincón más sensato de mi corazón me arrepentiría.
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