Él cruza el vagón y va directo hacia mi asiento, sin disimulo no arranca su mirada de la mía. Al menos huelo a perfume, pienso.
Con sus converse nuevas se cierne a mi lado y sin mediar palabra iniciamos una conversación de gestos para mí un tanto incómodos.
Miro su barba con disimulo y su pelo alborotado negro y brillante. Me gustan sus manos grandes, su olor a gel de baño, sus ojos morenos llenos de seguridad. Su sonrisa maléfica sujeta por unos labios carnosos y sonrosados.
Ojalá me cogieras en brazos y me llevaras a tu habitación. Me sostuvieras por la espalda y me apretaras bien fuerte contra tu pecho. Para poder sentir tu respiración al compás de la mía y morder cada parte de tu cuerpo hasta que haya saciado mi hambre.
Vamos a jugar a ser dos conocidos que se quieren y se necesitan. Voy a acariciar tu espalda y besarla hasta que amanezca.
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