Una vez escuché que lo mejor para nuestras mentes era ser cómo el Bambú: Cúando le da el aire, se alabea, pero cuándo este cesa de atizarle, vuelve a su posición inicial. Muchas veces nos cerramos y no queremos ver lo que tenemos delante, la realidad (si es que existe). Hay que saber adaptarse a los cambios, a los imprevistos... Y mantener la estabilidad en la medida de lo posible. Ahora misma me veo sola ante la inmensidad de libros que tengo que leer y estudiarme para el resto de la semana, y en vez de tirarme de los pelos prefiero coger aire, mirar desde mi ventana y ver el cielo cubierto de nubes blanquecinas que apenas dejan pasar los rayos del sol, y sonreir. Si, sonreir. Porque no son más que libros, palabras plasmadas en hojas de papel, que me leeré poco a poco e iré entendiendo y analizando. NO debo estresarme por ello (aunque cueste no hacerlo). Al final del día sé que habré avanzado, a lo mejor no todo lo que hubiese querido, pero casi nunca los planes salen tal y cómo los habíamos planeado. Hay tiempo para todo, así que dejemos que nuestra mente se abra y vea más allá de lo perceptible.
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